La pulpería | Autor: Eduardo Amorim | Licencia: Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike 2.0 Generic
Hijo de Serafín García Minuano y doña Sofía Correa, fue bautizado con el nombre de Serafín José García. Su familia se trasladó a Vergara, un pequeño pueblo del mismo departamento, cuando apenas tenía 5 años de edad. Allí realizó sus estudios escolares, únicas experiencias de educación formal, ya que posteriormente tuvo una formación completamente autodidacta.
Un hecho marcó profundamente la vida del escritor: en el año 1919, cuando tenía 14 años, quedó huérfano de padre. Debido a esta circunstancia comenzó a reflexionar acerca del hombre y su destino, impregnando su posterior producción literaria con estas reflexiones.
De origen humilde, a lo largo de su vida se desempeñó en diversos trabajos: empleado de farmacia, aprendiz de tipógrafo, ayudante de rematador público, periodista, telefonista, encargado del Archivo de la Jefatura olimareña y subcomisario en la octava sección (Santa Clara de Olimar).
Sus primeros pasos en la literatura se dan a conocer en el año 1929, con la publicación de su cuento “Santos” en la revista El Suplemento, de Buenos Aires. Pero es a partir de su obra Tacuruses, publicada en 1936, que Serafín J. García se consolida como uno de los máximos representantes de la literatura gauchesca y como uno de los autores más leídos en nuestro país.
A través de Tacuruses rescata el ámbito rural del país, jerarquizando las costumbres y tradiciones del hombre de campo. En palabras de César di Candia: “Por primera vez los hombres y las cosas del campo dejaban de tener dimensión de tarjeta postal. Nadie como él supo retratar a los peoncitos desde adentro […] Es difícil encontrar en la campaña uruguaya un rancho donde no exista una edición de Tacuruses manoseada, leída, tal vez lagrimeada”.(1)
En efecto, Tacuruses, una colección de poemas gauchescos, marca en el Uruguay uno de los acontecimientos editoriales más importantes de todos los tiempos, superando los treinta mil ejemplares en las ediciones legales de nuestro país.(2) Además, por esta obra recibe varios reconocimientos: el Premio Ministerio de Instrucción Pública (1936), un ascenso al grado de subcomisario en Santa Clara de Olimar, y posteriores homenajes. A pesar de ello, continuó trabajando en la jefatura de Treinta y Tres, y en 1940 pidió el retiro del cuerpo policial y se radicó en Montevideo.
Luego de la aparición de Tacuruses, obra fundamental en la literatura latinoamericana, Serafín J. García se dedicó por entero a su vocación literaria. Integran el acervo bibliográfico de este escritor poemas, romances, cuentos, fábulas, estampas, ensayos y crónicas. Entre su vasta producción literaria se destacan las obras En carne viva (1937), Tierra amarga (1938), Burbujas (1940), Barro y sol (1941), Asfalto (1944), Raíz y ala (1949), Romance de Dionisio Díaz (1949), Las aventuras de Juan el Zorro (1950), Agua mansa (1952), Flechillas (1957), El totoral (1966), Piquín y Chispita (1968, galardón en el concurso de Literatura Infantil Universal “Christian Andersen” bienio 1967-1968), Leyendas y supersticiones (1968), Blanquita (1969), Cuentos y crónicas (1970), La vuelta al camino ( 1970) y Estampas uruguayas (1971).
Un hecho interesante es que durante los años 1957 y 1967 escribe páginas humorísticas con el seudónimo Simplicio Bobadilla.
Otra obra de este escritor que merece especial atención es Las aventuras de Juan el Zorro (1950). Inspirándose en fábulas de la tradición oral, Serafín J. García da vida al entrañable personaje de Juan el Zorro, un simpático y astuto animal que busca su satisfacción recurriendo a medios de dudosa moral. Al respecto, Adolfo Rodríguez Mallarini sostiene: “Hay libros que llegan a todos […] porque, a través de una lengua de sugeridor acento, deparan el deleite de una emoción límpida […] El fabulario de Serafín J. García pertenece a esa estirpe de obras maestras. Incorporadas definitivamente a la más noble bibliografía rioplatense, sus páginas ratifican, con elocuencia incontrastable, las facultades creadoras de su ilustre autor”.(3)
A lo largo de su vida Serafín J. García recibe importantes reconocimientos, entre los que se destacan el nombramiento que recibió en el año 1974 cuando fue designado Miembro de la Academia Nacional de Letras del Uruguay. Sin embargo, renunció a este cargo por motivos personales, y lo aceptará recién en el año 1983. Como recuerda César di Candia: “Don Serafín nunca había sido amigo de cenáculos literarios ni de esas peñas de halagos mutuos en las que se cuece la vanidad de algunos escritores compatriotas”.(4)
Es importante destacar otras facetas del escritor vinculadas a su compromiso con la literatura. Dictó más de cien conferencias en Uruguay, así como en Argentina, Brasil y Paraguay. Colaboró, además, con la prensa rioplatense e intervino en los cursos de verano que organizó el Instituto de Estudios Superiores.
La obra literaria de Serafín J. García ha trascendido sin dudas las fronteras uruguayas. Muchos de sus poemas y cuentos se encuentran incluidos en antologías nacionales y extranjeras, y varias de sus obras se han traducido al portugués, inglés, francés, e italiano.
Falleció el 29 de abril de 1985.
(1) Di Candia, C., en García, S. J.: Tacuruses, Ediciones de la Banda Oriental, Montevideo, 2006, p. 10.
(2) Dato extraído de Di Candia, C.: Fantasmas del pasado, perfumes de ayer, Editorial Fin de Siglo, Montevideo, 2006.
(3) Rodríguez Mallarini, A., en: García, S. J.: Las aventuras de Juan el Zorro, Editorial Kapelusz, Montevideo, 1979, p. 15.
(4) Di Candia, C., en García, S. J.: Tacuruses, Ediciones de la Banda Oriental, Montevideo, 2006, p. 9.